Por: Teodoro Petkoff
TalCual 05/10/09
E l Ministerio de la Cultura acaba de suprimir los subsidios del Estado a seis grupos teatrales venezolanos en aplicación de un criterio que reza textualmente:
"No se financiará a colectivos e individualidades cuyas conductas públicas perniciosas afecten la estabilidad psicológica y emocional colectiva de la población, haciendo uso de un lenguaje ofensivo, descalificador, mintiendo y manipulando a través de campañas mediáticas dispuestas para tales fines".
El espíritu que inspira esta atrocidad se emparenta con el que inspiró a Stalin para reprimir a los intelectuales, sometiéndolos al paradigma de la "línea del partido" y del "realismo socialista" y con el que movió la represión fidelista, sobre todo en la funesta década de los 70, contra la intelectualidad cubana. El Ministerio de la Cultura del chavismo actúa, respecto de los sectores culturales que de algún modo dependen de él, con la lógica de estos precedentes, así como con la de los establecidos por el nazismo, colocándose dentro de las coordenadas fijadas por Torquemada y la Santa Inquisición. Esta achicharró a miles de personas, en el nombre de Dios, lisa y llanamente porque sus creencias eran consideradas "perniciosas" para la Fe.
No es que la Venezuela chavista sea la URSS o Cuba o la Alemania nazi y mucho menos la España de Torquemada, pero cuando El Poder inventa esta siniestra categoría, "conducta pública perniciosa", hay que ponerse mosca, y no dejarla pasar, porque la "filosofía" intolerante es la misma en todos los casos.
Oswaldo Guayasamin
Es la primera vez que el régimen desnuda tan brutalmente sus designios en el campo cultural. Aunque Farruco Sesto y Héctor Soto han aplicado esos criterios para perseguir, discriminar y chantajear al mundo de las artes, no se había expuesto tan explícitamente, la "doctrina" subyacente. Ahora lo sabemos: hay una "doctrina", una "teoría", que sirve de soporte al confeso propósito de obligar a los intelectuales, mediante el chantaje abierto, a doblar la cerviz ante El Poder.
La "doctrina" castiga hoy posturas consideradas "perniciosas". Pero, ¿qué sería "pernicioso" y qué no? ¿Quién y qué lo definirían? ¿Qué compromete la chamba y qué no? Aterrador dilema. Cualquier cosa puede ser una "conducta pública perniciosa". No es un delito tipificado sino una calificación subjetiva, que depende del propio inquisidor, y que, atemorizando, castra el espíritu creador, induciendo autocensura y banalización. "Dentro de la revolución todo, fuera de ella nada" dijo Fidel Castro, a comienzos de los 70. La creación artística abierta, de allí en adelante, sólo fue posible en Cuba como función de la fidelidad a El Poder. En Cuba no hubo "realismo socialista", como en la Unión Soviética, y se podía ser pintor abstracto o poeta hermético, pero, eso si, a condición de pagarle peaje a El Poder.
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