En la Asamblea Nacional de esta República se discutió profundamente sobre todo lo relacionado al consumo del chimó. Esta discusión fue encabezada por María Alejandra Ávila, quien con furor revolucionario hizo las consideraciones, con amplia experticia científica, acerca de las bondades de este ungüento en el paladar de la familia venezolana. Qué harina de maíz del carrizo, o para qué discutir la problemática de los precios del café, qué le puede importar la situación de crisis y reducción presupuestaria de la Gobernación de Mérida y de sus 23 alcaldías, menos aún la situación de influenza porcina que avanza en el mundo. No.
Por: Marcos R. Castillo P.
Eluniversal.com
01-05-09
Honestamente, si algo no quisiera en mi vida es ver a las señoras Iris Varela y Cilia Flores mascando chimó. Si bien ya es duro oír sus pretendidas discusiones en la AN, sería realmente calamitoso tratar de entender sus singulares ideas con un bolo de tabaco deambulando por sus bocas. No es que uno no quiera que duren 100 años como la abuelita de la presidenta de la AN quien, según su aventajada nieta, traspasó el umbral de la centena a fuerza de chimó, sino que preferiría no salir salpicado de su aparato intelectual devenido en gotas viscosas y negritas expelidas por un oscuro agujero bucal parlamentario.
Tampoco es que uno sea defensor de las decadencias del "fast food" o que escoja una Coca Cola en lugar de un papelón con limón o una hamburguesa por un pisillo de chigüire, pero la sola idea de admirar a los diputados salivando más que cuando ven una paca de dólares, de sólo imaginar que en lugar de los amarillentos colmillos que exhiben cuando dicen Ledezma, Leopoldo o Rosales, veremos una brillo negro chorreando de sus colmillos, nos pone frente a un espectáculo tan nauseabundo que preferiríamos verlos, más bien, mascando un chicle bomba con la bocota abierta, así como cuando viajaban en carrito por puesto y no se imaginaban tener un chofer a su disposición (al menos fuera de la comodidad del lecho nupcial). Pero, a pesar de todo, no estamos tan mal. Todo este proceso admite niveles de decadencia difíciles de sospechar. Y es que una cosa es soportar los insultos oficialistas a la ciudadanía al borde de un abismo estético y otra es ver el verbo hecho material de desecho esparciéndose por el aire dispuesto a aterrizar en solapas, camisas blancas (o rojas), brazos, cachetes o hasta sobre un ojo mal ubicado. Queda mucho por ver.
Es, sin embargo, inexplicable cómo el Presidente, teniendo tan a la mano esa amarga melcocha, emblema de lo nacional según nuestras diputadas, se haya empeñado en masticar hojitas de coca, en lugar de darse un gustazo a punta de chimó que, además, es un producto antiimperialismo. ¿O es que usted piensa que conseguiremos en los quioscos una cajetilla de chimó marca Lucky Strike o Marlboro?
La discusión parlamentaria que se dio esta semana sobre el tradicional menjunje comprueba el carácter deliberativo de la AN, que muchos pensaban se había perdido. Hay diversidad de opiniones en el PSUV al menos sobre la verdadera esencia del chimó, aunque, una vez más, todas coinciden. No hubo un diputado oficialista que se parara a decir "no señor, me niego a comer chimó, es malo para la salud", o algún argumento práctico relativo al problema de qué hacer con el subproducto chimó-saliva, o inclusive una crítica de orden estético (aun cuando es comprensible que esto último no puedan discutirlo por falta de referentes). A pesar de la falta de argumentos, se las arreglaron para debatir un tema que no fue ordenado por Miraflores y que nos alertó a muchos para quienes este problema había pasado desapercibido.
El diario de debates dejará constancia para la historia de la naturaleza de nuestro notable parlamentarismo y de sus dramas de rumiantes. Pero, para darle un giro verdaderamente teatral y simbólico a esta historia, esperaremos a que una diputada -o diputado, ¿por qué no?- pida la palabra solemnemente en medio de una sesión para espetar: "presidenta, permiso para escupir".
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