Por: Gisela Kozak Rovero
Que se olvide el gobierno: los(as) educadores(as) no le vamos a dejar el camino libre como se lo terminaron dejando los trabajadores de PDVSA, los militares que se fueron a la plaza Altamira y los partidos políticos que se abstuvieron de participar en las elecciones del 2004 y 2005. La UCV tiene casi tres siglos y ha padecido arremetidas gubernamentales por montón, así que una más es costumbre.
Si se quiere sacar a los docentes que adversamos al gobierno que se haga a tiros porque, en este país sin ley, esa ley de educación aprobada anoche será acatada más no cumplida. Ni en diez años se va a lograr que los estudiantes anden de sapos y delatores denunciando a los profesores no afectos al gobierno para que nos levanten un expediente y nos expulsen de nuestros trabajos, si es que la “contraloría social” significa tal cosa.
Los empleados y obreros votarán en las elecciones pero eso no cambiará nada: el alumnado de las universidades autónomas está en contra de este gobierno; son mayoría y seguirán castigando al oficialismo en las elecciones de las autoridades.
El ministerio controlará el ingreso a las universidades pensando que así espantará a jóvenes de los sectores medios y colocará estudiantes potencialmente afectos a la revolución: gran estupidez porque los sectores populares no son pendejos y no todo el mundo se conforma con la precaria presencia del estado en los barrios a través de mercales o módulos de “Barrio adentro”.
Estoy segura de que mis futuras alumnas no querrán parir en el medio de la calle y de que mis futuros alumnos no querrán que los maten como a bestias de un tiro mientras caminan cerca de sus casas. Entre mis estudiantes de la UCV hay un buen número proveniente de los sectores pobres y medios que no cree en las historias de la revolución. Y quien se las traga lo hace por buena fe, por ignorancia o, en el peor y más infrecuente de los casos, porque el gobierno le ha halagado el bolsillo o le ha dado algún cargo tenga o no la preparación para ejercerlo. No son ciegos e idiotas; muchos de ellos cambiarán de bando en cuanto vean una opción política que les interese o, simplemente, se abstendrán.
Que se olvide el gobierno: su populismo burdo que pretende repartir títulos universitarios como quien reparte bolsas de Mercal, fracasa y seguirá fracasando. Llenará de jóvenes las universidades que domina de la manera más descarada, sectaria y partidista que se haya visto en la historia venezolana, pero de ahí mismo saldrá la gente que lo adversará: las personas no somos perros fieles que lamen la mano que da un bocado, sino seres pensantes con anhelos libertarios y una dignidad básica.
Como me indicó una colega española, la dictadura de Francisco Franco no consiguió impedir que la gente pensara distinto a lo proclamado por la línea estatal. Pues si esa dictadura no pudo con el pensamiento libre de mucha gente, este socialismo petrolero-regalón del siglo XXI tampoco podrá.
No somos la Rusia del 17 ni la Cuba del 59.
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