Por: Roldán Esteva Grillet
TalCual
31 de marzo de 2009.
Bien: la Galería de Arte Nacional se muda para su nueva sede. Mal: la directora no puede inaugurar las salas, listas para el público desde noviembre pasado, porque el Ministro experto en el arte de la cría de cerdos y vacas aspira a ganar puntos ante el Presidente, a costa del trabajo abnegado de los que saben y sufren el dolce far niente. Bien: un edecán de Miraflores informa al presidente que la obra no está concluida. Mal: un relincho ministerial insiste en aplazar por enésima vez la inauguración hasta que el Comandante tenga un huequito en su apretada agenda.
TalCual
31 de marzo de 2009.
Bien: la Galería de Arte Nacional se muda para su nueva sede. Mal: la directora no puede inaugurar las salas, listas para el público desde noviembre pasado, porque el Ministro experto en el arte de la cría de cerdos y vacas aspira a ganar puntos ante el Presidente, a costa del trabajo abnegado de los que saben y sufren el dolce far niente. Bien: un edecán de Miraflores informa al presidente que la obra no está concluida. Mal: un relincho ministerial insiste en aplazar por enésima vez la inauguración hasta que el Comandante tenga un huequito en su apretada agenda.
Bien: se adquiere y cataloga la colección atesorada por Mariano Díaz, para destinarla al nuevo Museo Nacional de las Artes Populares, sin sede. Mal: un rebuzno ministerial ordena conceder un establo en la nueva sede de la GAN para encajarle el hasta ahora ficticio Museo Nacional de Artes Populares. Bien: el mismo Museo convoca un salón. Mal: un mugido ministerial fija como tema político el nacionalismo y antiimperialismo inspirados en el dictador Cipriano Castro. Bien: llegan muchas pinturas y escasas esculturas al salón, y se exhiben en la Red de Arte (Galería) pero sin jurado de selección. Mal: la mayoría de las obras parecen pertenecer a seudoartistas fanáticos del Comandante, salidos de escuelitas de dibujo publicitario, historietas, o de artes y oficios, salvo una obra sospechosa de inocencia, pues ha hecho caso omiso al tema.
Bien: el Museo de Bellas Artes ha recuperado su antigua sede, ahuyentando la insana ambición del supuesto Museo de la Arquitectura que le rondaba y enseñaba los dientes. Mal: el goce se trasforma en desastre al tapizar las paredes con pinturas y, sobre todo, fotografías, dejando algún subtema trunco que luego señalaré. Bien: el MBA duplica su espacio expositivo. Mal: la moderna sede quedó desangelada, con salas cerradas por falta de personal y espacios expositivos casi vacíos, con remontajes penosos.
Bien: el Museo Nacional de la Historia, que aglutina ahora los museos llamados bolivarianos, estrena una exposición fuera de su sede, en construcción todavía en Maracay.* Mal: la exposición es un infame homenaje político a uno de los peores Presidentes militares de la historia republicana, Cipriano Castro, modelo del nacionalismo patriotero, útil para escamotear la perversidad de cualquier régimen (Cfr. Memorias de un venezolano de la decadencia, de José Rafael Pocaterra); encima, ocupa una gran sala de la antigua sede del MBA, con lo que la muestra original de arte latinoamericano quedó chucuta, pues se detiene en Gego, Soto, Otero y Cruz-Diez. Bien: la perfecta confección de las vestimentas del Presidente (“El hombre de la levita gris”, según Enrique Bernardo Núñez) y su esposa Zoila, más la inclusión de retratos de Antonio Herrera Toro y la documentación del bloqueo de nuestros puertos en 1902 por las potencias europeas. Mal: las fotografías sin identificar, la interpretación sesgada antigomecista (¡Castro fue nuestro Allende, Gómez nuestro Pinochet!); la no atribución correcta de la famosa proclama “La planta insolente…” blablabla, redactada por Eloy González, a quien -después de tanto buscar- encontraron en una taguara libando licor con sus compinches; por último, la descortesía con el nuevo Imperio Americano que nos salvó de caer en la deshonra más absoluta.
¿La guinda de la torta? Un conservador revolucionario me reveló que la presencia de dos cañoncitos modelo fiestas patronales en el MBA, era una propuesta de arte conceptual. ¡Válgame, Dios! A este ritmo, ahora que nos aproximamos al precipicio, una nueva coz y caeremos en el muladar de la mediocridad institucionalizada. Peor imposible.
* La sede original destinada a este museo era el antiguo Cuartel San Carlos, adyacente al Panteón Nacional, pero, en plena remodelación, unos colectivos chavistas se tomaron el lugar. El Ministerio de la Cultura accedió a nombrar director al exguerrillero venezolano de origen cubano Máximo Canales, cuyo nombre artístico es Paúl del Río. El nuevo director de inmediato declaró que el museo sería destinado a la historia de la guerrilla.
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