“Las mujeres venezolanas defenderán a la Patria de las bases colombianas”
Expresó la ministra del Poder Popular para la Mujer e Igualdad de Género, María León, durante el Foro de las Bases de Paz, en la avenida México, en Caracas,
La Base de Paz, ubicada en las inmediaciones de la estación del Metro Bellas Artes, reunió más de 200 mujeres que levantaron su voz contra la injerencia norteamericana en Latinoamérica, y a favor de la Revolución Bolivariana, marcada por el protagonismo de las féminas en nuestro país, María León, ministra del Poder Popular para la Mujer e Igualdad de Género y Jacqueline Faría, jefa de gobierno del Distrito Capital, fueron las encargadas de pronunciar los discursos
(Reedición de “Violación sinónimo de virilidad” .
Publicado en TalCual 22-07-09
Ximena Agudo)
Las actitudes que rebajan a la mujer son perpetuadas gracias a un único trasfondo: el atormentante
miedo de no ser lo suficientemente “macho”. Temor que se engrumece al calor del desamparo, fruto de carencias emocionales, y socioeconómicas. Aquellos que se curten en el miedo hacen de la violencia norma e instrumento de control interpersonal, social y político.
En Venezuela la violencia emocional, la estructural, la patrimonial, la política, la ideológica y la de género tienen una explícita vocería oficial. El insulto y la humillación se han aliado, por afinidad, a la criminalidad para azotar a la ciudadanía. La corrupción endógena se expande y se exporta promoviendo la indigencia continental. El totalitarismo se afinca, aupado por una propaganda oficial que copula con la mentira para succionar alma y espíritu a los más débiles y sumar oportunistas.
La violencia de género, en Venezuela, corona este colosal sumario de agravios. De esta manera grotesca se delata el agotamiento fálico de quienes actúan desde el gobierno: sin las mujeres del régimen el modelo militarista venezolano se habría tambaleado. Particular forma de corrupción del modo militar de actuar, que en su necesidad de penetrar y dominar todas las esferas públicas y privadas de la vida nacional, ha fraguado un insustituible escuadrón de mandaderas de oficio: las Rejoneadoras de la Revolución.
Michelangelo Merisi da Caravaggio 1570-1610
Ellas habitan en la Asamblea Nacional, en la Fiscalía General de la República, en el Tribunal Supremo de Justicia, en el Consejo Nacional Electoral, en la Defensoría del Pueblo y ahora en las así llamadas “Bases de Paz”. Emblemática, entre todas, es aquella que fuera designada mediante un gesto primitivo, simulacro de improbable turgencia viril. Rebajadas ante el imaginario machista-caudillista de la revolución, han sido sometidas a ella –y a ellos— para cumplir con el mandato de hincar los rejones de castigo sobre el cuerpo físico y simbólico de quienes no se humillan. Así mancilladas, bajo sus faldas corcovean los jefecillos tribales, responsables de tantos actos de transgresión. En su huída, a la hora del juicio final, serán ellas quienes paguen el costo de toda la violencia urdida por aquellos, y ejercida contra sí mismas y el resto de nosotros.
Mas los hombres y mujeres de bien cuentan con un fecundo universo de voces femeninas que dan cuerpo y sentido a sus lícitas y justas urgencias. Ellas trazan el mapa de una sociedad libre para todos. Irrenunciable.
La resistencia, la lucha y la acción;
la independencia, la libertad y la democracia;
la paz, la reconciliación, la armonía y la solidaridad;
la ciencia, la cultura, las humanidades y las artes;
la ciudadanía, la ética y la moral;
la decencia, la conciencia y la prosperidad;
la razón y la pasión; la voluntad, la fe y la esperanza…
¡Son todas femeninas! Francas, honestas.
La Victoria de Samotracia
De mercenarias y mercenarios son las piruetas gramaticales que pretenden igualar lingüísticamente la diversidad, subordinándola así a un sentido hipócrita y mendaz de la equidad. Maltratada en este imperio de la violencia, en verdad, no hay lugar para ella. En correcto castellano, el reino de lo femenino no necesita escolta –mucho menos jefe que la comande-. Tiene majestad propia. El artículo “la” condensa su inequívoca determinación e identidad. Su sola enunciación es un manifiesto sobre la diferencia y sobre su ejercicio en plenitud y derecho. Una proclama de orgullo en su defensa. Ellas, voces con auctoritas, confirman que la virilidad de los jefecillos tribales del régimen en Venezuela se mide por sus atroces crímenes de violación a la dignidad de sus mujeres, a la constitución, a la nación y a la madre patria.
La justicia es resolutivamente femenina y ante ella, erizados, caen siempre los cobardes. ¡La victoria también es nuestra!
POR UNA CULTURA DE PAZ EN VENEZUELA
Leer más...